martes, 8 de mayo de 2012

Los Nadaístas

Los Nadaístas invadieron la ciudad como una peste:
de los bares saxofónicos al silencio de los libros 
de los estadios olímpicos a los profilácticos 
de las soledades al ruido dorado de las muchedumbres 
de sur a norte 
al encenderse de rosa el día 
hasta el advenimiento de los neones 
y más tarde la consumación de los carbones nocturnos 
hasta la bilis del alba. 
Va solo hacia ninguna parte 
porque no hay sitio para él en el mundo 
no está triste por eso 
le gusta vivir porque es tonto estar muerto 
o no haber nacido. 
Es un nadaísta porque no puede ser otra cosa 
está marcado por el dolor de esta pregunta 
que sale de su boca como un vómito tibio 
de color malva y emocionante pureza: 
“¿Por qué hay cosas y no más bien Nada?” 
Este signo de interrogación lo distingue 
de otras verdades y de otros seres. 
El es él como una ola es una ola 
lleva encima su color que lo define revolucionario 
como es propia la liquidez del agua 
del hombre ser mortal 
del viento ser errante 
del gusano arrastrarse a su agujero 
de la noche ser oscura como un pensamiento 
sin porvenir 
Ha teñido su camisa de revolución 
en los resplandores de los incendios 
en el asesinato de la belleza 
en el suicidio eléctrico del pensamiento 
en las violaciones de las vírgenes 
o simplemente en el barrio pobre de los tintoreros. 
Lleva su camisa roja como un honor 
como un cielo lleva su estrella 
como un semáforo produce su luz intermitente 
de catástrofe 
como una envoltura de “pall-mall” 
perfumando su pecho de adolescente. 
El Nadaísta es joven y resplandece de soledad 
es un eclipse bajo los neones pálidos 
y los alambres del telégrafo 
es, en el estruendo de la ciudad 
y entre sus rascacielos, 
el asombro de una flor teñida de púrpura 
en los desechos de la locura. 
Tiene el peligro de los labios rojos y los polvorines 
mira los objetivos con ojos tristes de aniversario 
es el terror de los retóricos 
y los fabricantes de moral 
es sensitivo como un gonococo esquizofrénico 
inteligente como un tratado de magia negra 
ruidoso como una carambola a las dos de la mañana 
amotinado como un olor de alcantarillo 
frívolo como un cumpleaños 
es un monje sibarita que camina sin temblor 
a su condenación eterna 
sobre zapatos de gamuza. 
Sufre el vértigo de los sacudimientos 
electrónicos del jazz 
y las velocidades a contra-reloj 
corazón de rayo de voltio que estalla 
en el parabrisas de un Volkswagen 
deseando la mujer de tu prójimo. 
Se aburre mortalmente pero existe. 
No se suicida porque ama furiosamente fornicar 
jugar billar-pool en las noches inagotables 
brindar ron en honor a su existencia 
estirarse en los prados bajo las lunas metálicas 
no pensar 
no cansarse 
no morirse de felicidad 
ni de aburrimiento. 
Es espléndido como una estrella muerta 
que gira con radar en los vagos cielos vacíos. 
No es nada pero es un Nadaísta 
¡Y está salvado!

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